El Olimpismo es un derribador de muros. Reclama aire y luz para todos. Preconiza una educación deportiva, generalizada, accesible a todos, orlada de rojo viril y de espíritu caballeresco, mezclada con las manifestaciones estéticas y literarias, capaz de hacer las veces de motor de la vida racional y de hogar de la vida cívica. Y de ahí un programa ideal (Pierre de Coubertin, 1918)